jueves, 8 de diciembre de 2016

Gotas de Navidad

¡Muy buenas a todos!

Hoy os quiero dar la bienvenida con una entrada emotiva. Aprovechando estos días libres, he terminado mi primera historia de navidad y ahora la comparto con vosotros, esperando que nos haga recordar que, lo más importante de estas fechas no son los regalos, es el amor. Amor por nuestros seres queridos, por nosotros mismos, por el mundo en general.

En la próxima entrada os contaré una pésima noticia. Por suerte, gracias a las malas experiencias de unas cuantas personas, yo he podido evitar pasar por lo mismo.

Ahora os dejo con la historia de Juan, un hombre trabajador que intenta darlo todo por su familia, tal vez, demasiado...

Gotas brillantes

En una casa que no era un hogar y en un país que jamás lo acogería, vivía Juan, un ciudadano perdido, como muchos otros, en el caos del avance. Era un hombre sencillo, que disfrutaba con pequeñas cosas, como una llamada o un correo electrónico de su familia. Después de gastar la mayor parte de su tiempo en el coche y en la fábrica, abrir la puerta de su casa era un cálido abrazo en medio de la tormenta.

Nadie corría a recibirlo, como hacía ya unos años. Ninguna sonrisa, ni tampoco el sonido de esas pequeñas patitas del perro que solía apresurarse a morder sus pantalones o sus dedos de los pies. Tras un día más siendo ahogado con una cadena, lo que encontraba al llegar a su casa era un vacío que se aferraba a sus huesos.

Nada.

Encendía el ordenador y esperaba encontrar alguna señal de su familia: una foto, un mensaje...

Nada.

Juan estaba acostumbrado a ese silencio de red, como le gustaba llamarlo. Aunque de hecho, no le gustaba en absoluto. Intentaba encontrar una forma de seguir sonriendo, pero cada día se daba cuenta de lo difícil que era estar en un lugar extraño, en el que solo era una mota de polvo, sin amigos y sin familia.

Nada.

Todo ello quedo atrás cuando decidió marcharse. En momentos como aquel, en el que se sentía triste y vacío, como si no le importase a nadie, se preguntaba que razón había tenido para irse; qué motivo lo mantenía en marcha semana tras semana, día tras día. 

En un instante concreto de esa vida, poco antes de que las calles comenzaran a brillar con mil luces, Juan tomó el teléfono con una mano temblorosa. No necesitaba ver los números que quería marcar, pues los tenía en su cabeza. Los repasó todos mentalmente, asegurándose de no olvidarlos jamás. Aguardó un momento con el auricular pegado en la mano, hasta que sonó un pitido y el ya conocido mensaje. Antes de hablar, se dijo a sí mismo que al otro del mundo, todavía era demasiado temprano. Sin mucha convicción, comenzó a hablar:
 
—Hola, hijo. Solo llamaba para saludaros y para preguntar si todavía sigue en pie lo de venir con las chicas. La ciudad está preciosa, os encantará —silencio—. Espero que estéis bien.

Colgó y necesitó unos segundos para sobreponerse. Abrió los ojos de nuevo y mientras otro numero se visualizaba en su mente, las luces navideñas inundaron la calle, llegando a cegarle otro instante. Era un número que no marcaba desde hacía mucho tiempo, incluso antes de su partida. Un número que se mezclaba con las luces y con las sonrisas de esas familias que paseaban por la calle... Sonrisas que él ya no tenía.

En un último intento, desechó ese número con fuerza, casi con rabia, pues era la única forma de eliminarlo y que diera paso al número de su hijo menor, quien contestó casi en el acto.

—Buenos días o buenas noches, ya no sé qué hora es.

—Te noto raro —dijo Juan.

—Lo que estoy es acojonado, papá —respondió su hijo Miguel—. Tengo tantos exámenes y tantos trabajos para entregar que apenas puedo dormir.

Miguel era el menor de los tres hijos de Juan. Era su segundo año de carrera y parecía estar sobrepasado. Al menos estaba así por algo bueno, se dijo Juan y no por la muerte de su madre, como el año anterior. Fue un error permitirle acceder a la universidad estando tan afectado. Juan quiso desechar esos pensamientos, al menos mientras estuviera al teléfono con su hijo.

—... En serio, pa —mantuvo el aire en los pulmones, antes de continuar —, gracias. Gracias por hacerlo por mí y por los demás. Pero... — se cortó —. No voy a poder ir. Voy a pasármela estudiando. No imaginas cuánto desearía que no hubiera Navidad.

— Está bien — le cortó —. Intenta concentrarte  en terminar bien pero, por favor —quiso darle a su voz un tono más jovial —. ¡Intenta también no parecerte al Grinch!

Ambos compartieron unas risas que permitieron que el estrés que sentían, se fuera diluyendo en pequeñas gotas. Miguel se despidió de su padre, sintiéndose mucho mejor. Esa llamada también había dejado en Juan un buen sabor de boca y el agradable recuerdo de por qué se había marchado de su hogar: para darle uno mejor a su familia. Y en verdad lo merecían pues, tras la muerte de María, ninguno había vuelto a ser el mismo. Si ahora ella supiese que todos estaban solos y que no hablaba  con Manuel, su hijo mediano... Ese número que se empeñaba en reaparecer en su cabeza, incansable. Como algo si algo en su interior quisiera decirle que había llegado el momento de perdonar... Pero para Juan ese momento llegó hace mucho tiempo, cuando intentó reconciliarse con él. Aunque sólo recibió hostilidad y malos modos. Puede que fuera su segunda oportunidad, después de todo, ¿por qué habían discutido? ¡Qué importaba ya! Marcó el número en el teléfono pero, en seguida lo borró, movido por un muelle. No estaba preparado para enfrentarse a eso. 

Recibió un correo electrónico de su hijo mayor, en el que le decía, con muchísimo pesar, que no podía llevarse a la familia ese año, que sería en el siguiente y que todos le deseaban feliz navidad.

— Seguro que me han reenviado el mensaje del año pasado — pensó Juan—. Si no vinieron cuando vivíamos en el mismo país... No iban a venir ahora.

Pero en sus palabras brillaba un anhelo oculto, él deseo de romper con todo y regresar con su familia, a su tierra, donde no tenía que esforzarse por entender, ni por ser entendido. Un lugar que recordaba como algo feliz.

Transcurrieron los días y llegó la temida navidad. Al salir de la fábrica, no quiso ir a casa, a ese lugar frío tan deprimente, que lo hacía sentir solo.

Juan fue a dar un paseo por el abarrotado centro, esperando hallar en las luces, el consuelo que tanto necesitaba. Se tomó un gofre de chocolate con plátano (el postre favorito de sus nietas), mientras veía a los chicos más jóvenes patinar sobre el hielo. Quería disfrutar de esa tarde, imaginado que también lo hacía su familia, creyendo que pronto estarían todos juntos.

De camino a casa, pensó en María, en los años que habían compartido, que ahora parecían suspiros diluidos en el viento. Se detuvo en el puente que tenía que cruzar para llegar a casa. Estaba decorado, como toda la ciudad y no sólo con luces pues, los niños de algún colegio habían ido distribuyendo caras felices y frases bonitas. Al menos Juan imaginaba que eran bonitas, ya que su dominio del idioma se limitaba a la comprensión de supervivencia. Tal vez la navidad hacía que muchas personas quisieran saltar. Esperaba que los mensajes de esos niños, los detuvieran... Y era que él no necesitaba mensajes bonitos en ningún puente, él necesitaba el calor de un abrazo, el de una mirada o el simple hecho de tener a alguien querido en casa. Apoyó las manos en la barandilla helada y dejó caer la cabeza entre los hombros.

Uno.

Dos.

El aire gélido intentó borrar sus tiernos recuerdos: los besos, los bailes, las risas, los momentos con su familia. Dio un golpe y se envaró, porque ni el frío, ni el desasosiego, conseguirían hacer de él un hombre débil. Su familia lo necesitaba y él los necesitaba a ellos. En cuanto llegase a casa, llamaría a sus hijos, a todos ellos y encontrarían el momento y el lugar para verse, para perdonarse, para darse cuenta que tenían que ser un equipo indestructible.

Escuchó que algo caía a su lado, hasta el suelo y vio alejarse a una niña pequeña con su padre. Cogió al oso de peluche, que estaba ya mojado y corrió hacia ellos, aún a riesgo de parecer un loco peligroso. Cuando la niña lo tuvo entre las manos, el padre murmuró unas palabras (Juan esperaba que de agradecimiento) y le dio unos golpes en el hombro. La niña tenia unos ojos claros, tan grandes como un océano, sonrió y abrazó a Juan. Ese gesto lo llevó lejos, muy lejos... Con Maria y sus tres hijos, a un instante en el que era imposible cualquier tragedia.

Juan recorrió el camino que le quedaba con las manos en los bolsillos, lleno de júbilo. La certeza que brillaba, cegadora, en su mente, lo iluminó con la fuerza de diez soles. 

Pronto estarían todos juntos, de nuevo.



Tan solo basta una chispa, para romper la oscuridad.

 
cuento de navidad gotas brillantes - 
(c) - 
Andrea Ángel Alzate 

jueves, 1 de diciembre de 2016

Cómo el NaNowrimo salvó mi libro.

¡Hola a todos, de nuevo! Muchas gracias por permanecer aquí, a mi lado, haciendo que este pequeño espacio crezca y se convierta en algo precioso.


Como muchos de vosotros sabréis, el Nanowrimo es un concurso en el que, para ganar, debes escribir una novela de mínimo 50000 palabras. Diariamente, introduces el número de palabras que hayas conseguido en el contador de la web y, poco a poco, a lo largo de todo el mes, consiguiendo mantener el ritmo (o no) puedes llegar a la meta; consigues ganarte a ti mismo. No consiste en perfeccionar la gramática o la sintaxis, si no tan solo enescribir lo que salga de tu mente. 

Alguien me habló de este concurso hace, aproximadamente, un año. Me pareció muy interesante la idea pero, yo ya estaba trabajando en esta novela y tampoco le di mucha importancia.  No fue hasta hace unas semanas que, al ver una publicación de una asociación de escritores zaragozana, en la que hablaban sobre el NaNo, que mi interés surgió de nuevo. Quise participar con algo nuevo pero, enseguida vi que las ideas sobre mi novela actual, surgían como un caudal y fue la presión de los demás, al publicar cuántas palabras escribían al día o su motivación para continuar,  lo que me ayudó a seguir escribiendo, a seguir moviendo el portaminas sobre el papel y poner el punto final de la obra. También fue gracias a este concurso que conocí al equipo de SafeCreative y el mundo de la lectura que hay en Zaragoza. Durante este mes hubo varios eventos, que nos animaban a escribir y a terminar el mes, ganando el concurso. Aunque, debo decir, que yo solamente asistí a uno de ellos, en el que hablaron sobre la plataforma para registrar nuestras obras  porque, acudir a los demás, me era imposible. Quise asistir a la Peligrosa Noche de la Escritura, pero el trabajo me lo impidió. ¡Espero que el noviembre que viene, vuelvan a hacerla aquí!

Han sido varios años, los que me ha costado llevar hasta el final esta historia. Posiblemente, fuera debido al bloqueo del escritor o a cualquiera otra excusa pero, este concurso, ha sacado la tenacidad que hay en mí y a pesar de no haber ganado el Nano, me siento como una vencedora, porque he terminado mi primera novela y no solamente eso... Tengo una noticia que, me ha resultado como encontrar un caldero de oro en el final del arco iris:

¡Publicamos la novela! 

Después de sufrir, lo que imagino pasa por la mente de todos los escritores noveles, al recibir esta noticia, por fin puedo respirar y esperar el día de la presentación. Os mantendré informados de cualquier noticia nueva y mientras esperamos la llegada del gran día, iré contándoos un poco más sobre la novela.



¡Manteneos cerca de la luz!

martes, 29 de noviembre de 2016

Sobre SafeCreative y cómo mantener a salvo nuestras creaciones.

¡Hola a todos!

Hoy os quiero hablar sobre lo que hay después de pasar varios meses (o puede que años) trabajando en algo, bien sea una novela o cualquier otro proyecto. Lo último que queremos es ver que otra persona se lleva el mérito y nos arrebata esa parte de nosotros que, tanto nos ha costado crear. Es por ello que no debemos dejarnos arrastrar por la ansiedad, al enviar manuscritos a editoriales o colgarlos en Internet, sin antes haberlos registrado.

He leído algunos casos sobre autores que envían sus obras, con buena fe y tras no recibir ninguna respuesta, ven sus novelas publicadas bajo otro nombre; también hay otro caso en el que el autor fue a inscribir su obra en la plataforma de Amazon, encontrando que alguien ya había subido ese mismo libro, incluso con la misma portada. En ésta última situación, el autor tenía registrada su obra con SafeCreative y tan solo tuvo que enviar a Amazon la nota informativa de su novela, consiguiendo que retirasen inmediatamente la obra de la otra persona y evitando largos conflictos en los juzgados.

He de admitir que, al ver finalizada mi novela, fui presa de esa ansiedad. Afortunadamente, pude controlarla gracias a que el evento que organizaban en Zaragoza, con motivo del concurso anual de NaNowrimo, se celebraba pocos días más tarde. Después de la charla, me convencieron y decidí que esa opción era realmente buena.

Esa misma tarde, la novela estaba registrada con mi nombre.

Sentí una seguridad inmensa al saber que ya había dado el primer paso, después de la última palabra en la novela y también, vi como se abría otro gran abismo ante mis pies. Ahora me tocaba comenzar a buscar la mejor manera de publicar.

Ya me adelanté al contaros sobre la idea del crowdfunding pero, os detallaré con detenimiento cómo fue evolucionando esa idea y lo que es ahora en la siguiente entrada.

martes, 22 de noviembre de 2016

Una pincelada de mí vida.

Mi nombre es Andrea Ángel Alzate, nací en Colombia el 18 de mayo de 1994. Aunque he pasado más de la mitad de mi vida en diferentes lugares de España, mi residencia actual se encuentra en Zaragoza, donde trabajo como Tripulante de Cabina de Pasajeros o azafata de vuelo, como se conoce comúnmente.

Cuando tenía apenas 12 años, estalló una fiebre lectora en mi clase del instituto, ocasionada por una saga fantástica. Comenzamos a escribir pequeñas historias de amor y magia en nuestras agendas, que acabaron por convertirse en relatos más grandes, ya sobre el papel. Participé en diferentes concursos a los largo de la secundaria, llegando a ganar el primer premio de Aragón, en uno presentado por Coca-Cola y una mención finalista en un certamen de poesía de mi localidad.

Durante muchos años, dejé que el mundo de la escritura se perdiera en el fondo de mi mente, pues me veía sobrepasada por asuntos familiares y pese a que, en ese rincón encontraba refugio, pronto lo único que hubo fue un reflejo de mis malos pensamientos. Fueron muchos años los que me mantuve con esa espina clavada hasta que, gracias a la libertad que me proporcionaba el trabajo, volví a sentir el deseo de escribir y de continuar donde lo había dejado. Ahora por fin, puedo decir que la escritura me ha salvado.


Somos seres de luz, no materia cruda.

Un sueño entre líneas rojas.

¡Hola a todos!


En la última entrada, os hablé sobre el dilema en el que me encontraba, ahora que ya he terminado la novela. Pues bien, para soportar un poco mejor la espera, ayer estuve tocando el blog, deseando crear un entorno más agradable para todos. Hoy os saludo después de una pequeña modificación en su aspecto que, os haga más fácil encontrar las cosas que queráis ver sobre mí. Ha sido algo sencillo, lo cierto es que tampoco quería complicarme mucho pero, ahora contamos con dos pestañas nuevas, en las que podréis encontrar algunos de mis relatos y de mis poemas.

Pronto añadiré otra en el que hablaré sobre la novela: encontraréis algunas descripciones, la sinopsis e incluso, el primer capítulo. Como ya sabéis, dejaré un pequeño apartado para que podáis escribir vuestras opiniones y comentarme cualquier duda que os pueda surgir. En esta próxima entrada, os explicaré un poco mejor sobre los métodos que he utilizado para registrarla, editarla, publicarla..., etc. Así, si alguno de vosotros ha terminado su manuscrito y no sabe cuál ha de ser su siguiente paso, podrá encontrar una pequeña "guía" para otros escritores noveles, basada en mi breve experiencia, sobre lo que es más recomendable una vez hemos llegado a este punto.

Me despido hoy, compartiendo con vosotros un poema con el que participé en un concurso para el Bicentenario de la guerra de independencia contra los franceses. Una conmemoración a la batalla que tuvo lugar en la localidad turolense de Alcañiz, el 23 de mayo de 1809.


ACERO Y FUEGO

En nombre de una patria perdida,
Dulce anhelo del patriotismo
Sangre de miles derramada.
Espadas centelleantes luciendo bajo las capas.

Los viñedos hurtando vidas a los condenados;
Ávidos y poderosos derramábanse con sus pasos.
El conquistador avieso, como loco desesperado,
Bajo el llano pidió otra espada.

En el cielo brillando puro fuego desatado;
Mediante olas fugaces, la furia desmedida.
Suave murmurar de avanzantes cañones.

Flaqueante despertar de simples villanos.
Sintiéndo llgar un corazón humano,
Golpearon rabiosos al yugo comedido.

Desde la tierra hasta el cielo,
Todos unidos bajo el mismo cielo.


¡Este poema resultó ser finalista del certamen! Mi familia y yo disfrutamos de una mañana agradable en la que se leyeron tanto los poemas ganadores, como los nuestros. Si no recuerdo mal, ese fue el primer concurso literario en el que participé.



¡Espero que disfrutéis de esta aventura, tanto como yo!



ACERO Y FUEGO - 
(c) - 
Andrea Ángel Alzate 

jueves, 17 de noviembre de 2016

Con un manuscrito en las manos... al borde del abismo.

¡Hola a todos!

Hoy quiero daros las gracias por permanecer aquí, observando cómo crece este pequeño espacio y perdiéndoos durante unos segundos conmigo, en la profundidad de mi mente.

Como muchos ya sabréis, llevo escribiendo desde hace ya 8 años... ¡WOW! Vaya cantidad de tiempo, ¿no? Al margen de haber participado en algunos concursos de poesía y narrativa o de lo que hayáis leído aquí, hoy por fin puedo decir que, mi primera novela ya está terminada.

Bueno..., en realidad, no es justo para mí o para el resto de mis obras (historias que nunca verán la luz). La historia de este 2016, es algo que lleva creciendo durante estos años. He creído en muchos momentos de mi vida que ya estaba acabada pero, siempre he decidido guardarla a buen recaudo. Este universo ha cambiado y crecido hasta transformarse en lo que, por fin hoy, puedo llamar "terminado". 

Después de largos meses, pensando hasta la última palabra, sintiendo que dejo parte de mi piel en el teclado y en el papel, he puesto el último punto. Y seguramente, como a muchos antes que a mí, surgió una pregunta en mi mente, ¿y ahora qué? ¿Qué hay después del manuscrito? Pues veréis, lo que estoy encontrando es un frenesí de información, que no solo podría mermar la ilusión y las expectativas de cualquiera, si no volvernos locos.

Desde la opción tradicional, que consiste en enviar tu manuscrito a las editoriales y esperar una respuesta (que a lo mejor nunca llega), hasta auto publicarlo. Bien, la primera opción no tiene misterio, envías el manuscrito y esperas. Ésta es la que menos me atrae, por el hecho de no saber si voy a recibir una respuesta o de si voy a resultar apta para sus contenidos; la segunda opción se divide en otras cuantas, pero yo las separo en dos:

  • Publicar con una editorial y aceptar los costes de toda la campaña, tanto de marketing, maquetación, corrección, ISBN...

  • O hacerlo mediante crowdfunding.


¿Qué es el crowdfunding?

Es un sistema de financiación colectivo, en el que un patrocinador o mecenas, apoya un proyecto (en este caso, nuestra novela). Pentian es una de las plataformas especializadas en libros, donde los mecenas, además de recibir premios, forman parte de la edición de la obra, lo que les proporciona un  % de las ventas.

Así que, ya veis, este es el dilema que me roba el sueño. Si alguno de vosotros se ha enfrentado también a esta decisión, me gustaría que la compartierais con nosotros o si por el contrario, queréis ofrecerme vuestras opiniones, no olvidéis dejar comentario en la entrada.

!Os mantendré informados sobre mi decisión! 




Manteneos cerca de la luz.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Cuando ya nada me atrapa.

Antes de realizar un cambio siempre hay un momento en el que no encuentras oxígeno para levantar el puño.


Siempre es una ventana. Una ventana translúcida que solo me permite apreciar formas y colores, nada más. No sé qué es lo que hay fuera, no sé tan siquiera si hay algo.

Sin embargo, siento que una corriente me arrastra, me atrapa y no me permite ver otra cosa diferente a la brillante superficie que quiero atravesar.

Un suspiro.

Una tormenta.

Y fuego. Una corona de llamas se transforma en su marco cuando intento golpear la ventana... Intento, porque mis brazos se crispan como si ya no fuera dueña de sus movimientos; siento el esfuerzo en la cara, en el cuello..., en todo mi ser y continuó sin poder moverlos. Cuando desisto, la corona desaparece y vuelvo al silencio, a mi oscuridad, únicamente interrumpida por la luz de esa ventana y la promesa de lo que me esté esperando más allá..., en algún lugar.

Cierro los ojos y pienso en lo mucho que necesito levantar los brazos, en todo el tiempo que llevo rindiéndome ante el fuego pero, esta vez no permitiré que él calor me detenga. Esta vez no pararé.

Noto el cosquilleo familiar en los brazos y el deseo de parar me atenaza el vientre, como una soga fría que desaparecerá si decido parar y volver a perderme en el silencio. 

"¡Para!", dice una voz cuando logro mover el brazo. Fue un movimiento tan leve que, de no haber sido por ese susurro, hubiese creído que se trataba tan sólo de una ilusión.

"¡Más fuerte!", me digo. "¡Más fuerte!". Él cosquilleo pronto se transformó en dolor,  un dolor tan intenso que me provoca un grito; él grito lanza el espejo a otro nivel de profundidad.

"¡NO!"

Cada paso es un lamento. A medida que me acerco una parte de mí se perdía en la profundidad.

No podía girar la cabeza para observar qué era lo que ocurría, tan solo podía mirar hacia delante.

"¡Corre!"

"¡Para!"

La soga que me oprimía el estómago  se tensa, no voy a poder avanzar más. La corona de fuego brilla con fuerza, advirtiéndome... O dándome la bienvenida. Toda mi piel, mis músculos, todo mi cuerpo se rompe en el último esfuerzo; es un crujido que inunda toda aquella soledad; es el grito de alguien que por fin es libre.
Cuando por fin rozo con la punta de los dedos el espejo, veo una mano recibirme al otro lado...

                 ... Una mano que me salva.

La fuerza que buscas está escondida en el lugar más oscuro de tu mente.

lunes, 3 de octubre de 2016

Hay un reflejo.


Cuando la rutina te atrapa es fácil acostumbrarse a ciertas cosas. Lo difícil es continuar con esas costumbres cuando tu mundo es una rueda imparable. Se trata tan solo de una pobre excusa por haber tenido este rincón un poco abandonado...

Os voy a contar aquella vez que vi a un demonio. La primera vez que miré a unos ojos que solo me devolvieron el reflejo de los míos; la primera vez que sentí que una sombra hacía más tangible la mía; la primera vez que una voz se pareció tanto a la mía y a la vez era todo lo contrario.

En aquel encuentro que, en realidad nunca tuvo lugar, una parte de mi mente gritaba:"corre". Sin embargo, era tan pequeña que se ahogaba en el deseo de querer estar más cerca.

Habla conmigo, le pedía. Pero el silencio siempre era su respuesta. Habla conmigo, repetía. Más silencio.

Al poco tiempo, cuando ya creía que jamás se repetiría aquello, volví a ver esa sombra, un cuerpo que se escondía en la mía mientras escuchaba y aprendía todo cuanto nos rodeaba, ansiosa. Se convirtió en una espiral hambrienta que me envolvía con un velo con el que podía verlo todo de un modo... Totalmente distinto.

No me hagas volver nunca, le pedía a mi sombra. ¡Deja que me quede aquí! Como si de verdad fuera consciente de dónde me encontraba o como si en algún momento me hubiese alejado de mi realidad.

Pronto olvidé que había algo agazapado a mi lado, mientras dormía; olvidé que las cosas no ocurrían como yo las veía y que en realidad lo que vislumbraba a través de mi mente, era lo que pasaba a través de la suya.

No sé cuánto tiempo tardé en perderme por completo; tampoco sé cuánto tiempo estuve ausente, perdida en algún lugar brillante oculto en mi alma. Hasta que la realidad me golpeó.

Nunca había estado más sumergida en mi mundo que en ese instante, aquel momento en el que la angustia de la pérdida me estrujó el corazón por no haber estado presente en los peores instantes de mi vida.

Vi de pasada el rostro de aquel ser, ese rostro tan parecido al mío. ¿Quién eres?, pregunté. Aunque una parte de mí sabía que no obtendría respuesta y sin embargo, escuché mi voz salir de lo más profundo de la tierra...

Yo soy él aire que respiras, la sangre que mantiene tu cuerpo; yo soy el grito de aliento a tu espalda. Yo soy lo que queda cuando todo falla y cuando nada sucede. Yo soy tu, soy ella. Soy todos. Soy nadie...

...Soy nada.

Tal vez esa sombra siniestra tan solo fue un mecanismo de mi cerebro para ayudarme a entender que los únicos demonios que me atormentan están en mi cabeza y de mí depende el dejarlos entrar o no. 

Le damos poder al miedo para que controle nuestras vidas, tan solo por no querer enfrentarnos a nosotros mismos.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

La primera vez que me mordió un lobo.

Daña más que los golpes...


Las montañas enmarcaban un día claro y envolvían siete risas infantiles, cuyos ecos se repetían hasta perderse en lo más profundo del bosque.

Las risas despertaron algo.

El sol proyectó una sombra raquítica que cortó la felicidad durante lo que pareció ser toda una vida.

Olía el miedo que desprendían.

La criatura gruñó y todos los niños lloraron. Todos salvo yo, que quise hacer de héroe.

Algo enfureció al animal.

Fui yo.

Los músculos de las piernas me produjeron calambres tan fuertes que creí que en cualquier instante caería al suelo. Pero no fue así. Llegué a la cueva del lobo y robé su tesoro. O eso creí.
Lo volví a ver en la puerta, esta vez temeroso al ver lo que llevaba en los brazos. Aulló con fuerza y grité al sentir que algo me atravesaba la carne, dejé caer al pequeño animal al mismo tiempo que el lobo saltaba sobre mí.

La primera vez que me mordió un lobo, otro animal murió.

El lobezno lloró y se ocultó en el bosque, mientras el cuerpo de su madre continuaba humeante en el suelo.
La bala de los cazadores me había salvado la vida, acabando con otra.
Ahora, cuando miro la linde del bosque, siento dos ojos iracundos que me observan y no paro de preguntarme cuánto tiempo pasará hasta que decida que es el momento de llevarse algo más que un trozo de mi carne.

... El miedo.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Ecos y luz...

Porque nunca es tarde para cambiarnos a nosotros mismos...


Comienza con una vibración lejana, un sonido que parece residir sólo en tu cabeza; un suspiro palpitante que termina por convertirse en un latido.

Uno.

Dos. 

Abres la boca para que entre el aire, que pasa arrasándolo todo como si de un incendio se tratase y es entonces, solo entonces, cuando te das cuenta de no haber hecho ningún movimiento desde que caíste.

Una fuerte presión surge en torno a tu cabeza, obligándote a mover una mano hacia ella y deseas que no sea nada más que un hormigueo... Y lo encuentras. Recorres con tus dedos  los gruesos pliegues de la herida que sangra.

Mueves con fuerza los brazos y las piernas hasta que, algo cede más arriba y te permite estirarte tanto como querías. 

Parece que estés buceando en un profundo mar de seda.

Tus manos se abren paso y consigues respirar de verdad..., aunque, no estás haciéndolo. La luz que se cuela a través de los ventanales es tan abrumadora que, por un instante, parece que te encuentres solo pero, poco a poco, las imágenes se van viendo más nitidias, los rostros y los recuerdos aparecen como un torrente ante ti, como un golpe que te destruye y te cura.

Grita.

Grita otra vez.

Más fuerte. 

Ninguno de los que llora puede oirte ahora. En ese pozo de desesperación en el que te encuentras encerrado, nadie puede ayudarte.

Las lágrimas que sientes caer por tu rostro no son reales, nunca lo fueron.

La luz termina por ahogarlo todo, incluso a la vida.

martes, 30 de agosto de 2016

Sombras diluidas en sueños

Un rápido descenso a ese rincón oscuro que hay en el interior de mi mente...

Me despierto temprano, cuando la alarma no ha sonado. Sé que debería mantener los ojos cerrados para conciliar el sueño nuevamente pero, aún sabiéndolo, clavo la vista en la puerta de la habitación, intentando encontrar..., ¿qué? ¿Qué es lo que espero ver al recorrer de arriba abajo el marco, con los ojos desorbitados, abiertos como platos. Tal vez espero advertir una sombra deslizarse fuera de la habitación, un responsable imaginario para mi desvelo, algo a lo que culpar al día siguiente, pocas horas después de aquello. Pero lo que realmente quiero es saber que todo está bien, que son solo mis nervios, que es solo mi temor:  solo quiero recordar que no hay nada ahí.

Recibo al sol con los ojos abiertos y la relajante sensación de haber dejado atrás una noche más, sintiendo que la angustia deja de oprimir mis pulmones y que finalmente dejo de ser la niña asustada y vuelvo a ser yo.

Pero sé que el sol volverá a ocultarse...

Esta vez es diferente, me digo. Esta vez conseguiré dormir. Sin embargo no es cierto, esta noche vuelve a suceder lo mismo que en las anteriores. Cuando la fatiga y el estrés del día a día me abandonan, mi mente puede detenerse en las cosas que de verdad le importan, es ahí cuando es libre de cualquier estímulo, incluso de mí. Al no verse oprimida por nada, siento como la culpa y la pena se apoderan de mi corazón y es ahí cuando despierto. Tal vez, al buscar un monstruo en la penumbra, quiera negar que lo que realmente no me permite dormir, soy yo.


La primera bola de nieve

Hola a todos! 


Quiero daros la bienvenida a este pequeño espacio que, aunque no es nuevo (ya que lo abrí hace años) disfruta ahora de su primera entrada y de sus primeros visitantes.

Aunque por el momento sea poco lo que hay en el blog, estoy segura de que pronto se convertirá en una bola de nieve que seguirá rodando, para nunca llegar a nuestros pies.

Lo que me gustaría compartir con vosotros es lo que me apasiona, las cosas que me hacen sonreír todos los días: mi pequeño mundo de historias fantásticas, en el que estoy sumergida desde hace unos ocho años.

No quiero alargar más esta primera entrada, así que solo me falta decir que espero poder contar con vuestros comentarios y sugerencias.

¡Saludos y abrazos a todos!