miércoles, 13 de diciembre de 2017

De cero a un libro entero.

¡Hola a todos, escritores y lectores! 

Ya estamos a mitad de semana y por mi parte, me gustaría contaros que estoy preparando una Navidad diferente, ya que ahora estoy trabajando con los pies en el suelo y además disfrutaré de la visita de mi padre, a quien no veo desde hace unos 3 años.  El fin de semana compartiré con vosotros mi historia especial para estas fechas. ¡Espero que os guste!

Ahora voy a contaros lo que me ha traído hasta aquí, poco después del momento en el que tecleé el último punto.

¿Cómo pasar del blanco a una historia completa?

Siempre ha habido historias que rondaban mi mente, imágenes fugaces que pasan y que a veces permanecen el tiempo suficiente como para que pueda plasmarlas sobre el papel para compartirlas con vosotros.

La mayoría de vosotros conocéis mi historia, para los que no, os dejo aquí el enlace a la entrada que os dará más información sobre este universo.

No siempre fue así como lo conocéis, al principio llegaron algunos de ellos y ni por asomo su personalidad era como la que hoy presentan, al igual que tampoco lo eran sus objetivos o deseos. Con el paso del tiempo, el argumento y todos ellos fueron cambiando y mejorando hasta convertirse en lo que son hoy... Y en lo que van a ser cuando hayamos avanzado juntos un poco más.

Tengo que decir también que durante esos años, terminé la historia varias veces. Digo terminé porque aunque no escribiese nada más, sabía que esa versión no era la definitiva. Al quinto intento dije que sí, que esta era la versión que vería la luz. Durante esos años, la escritura y el crecimiento de mi mundo me ayudaron como apoyo emocional al pasar por una mala época, una etapa que ya puedo dar por zanjada.

Es una historia larga, por lo que debía pensar cómo quería que terminasen cada uno de los libros. Tenía claro cómo quería que fuera el segundo, aunque para el primero y el tercero no terminaba de fraguar una idea que fuese suficiente... Hasta que un día, de repente, lo vi claro. Supe que el primer libro tenía que terminar con ese mensaje. (¡No voy a hacer spoiler!). 

Cuando el agujero negro cambia y se vuelve blanco.

El bloqueo del escritor me golpea bastante a menudo. Como podéis deducir por su nombre, se trata de una condición que afecta normalmente a escritores, aunque puede decirse también cualquier autor creativo, que imposibilita o retrasa la creación de cualquier material, llegando a durar algunos días o puede que largos años. No está claro por qué ocurre, puede deberse a problemas personales, como a falta de inspiración o incluso a distracciones.

Mi primer bloqueo me venció durante 2 largos años y no fue hasta que empecé a volar que las ideas volvieron a oxigenarse en mi cerebro y aterrizaron en el papel. Ya os he dicho varias veces que el NaNo me ayudó a darle ese empujón que le hacía falta y así es como llena de orgullo puedo decir que la novela cumple un año (y un poquito más) de vida.

Para romper esta barrera que nos impide alcanzar nuestro objetivo, yo os recomendaría que desconectaseis Internet mientras escribís y con esto también me refiero al Whatsapp. También me ha ayudado escaletar al máximo y saber cómo quiero que ocurran los hechos... Aunque es cierto que muchas veces dejo que la historia continúe sola. Además de todo esto, para aprovechar los tiempos muertos, como el autobús o las esperas, una libretita para anotar ideas ayuda bastante. Y sobretodo leer (¡leer mucho!). Para escribir es muy necesario leer hasta el infinito. Tened confianza en vuestra historia y no desfallezcáis.

¡Primera imagen de una lectora dando amor!

En una próxima entrada os hablaré de cómo han sido estos meses en Amazon, pues si recordáis, estuve pensando durante mucho tiempo qué era lo mejor que podía hacer y al final decidí saltar a la autopublicación.  Me gustaría compartir con vosotros mi experiencia con ellos.

Espero que mi experiencia os haya servido en algo. ¿Alguno de vosotros está pasando por lo mismo o puede darnos algún consejo?   ¡Espero vuestros comentarios!

domingo, 26 de noviembre de 2017

Última semana y reflexiones sobre el NaNoWriMo

¡Hola escritores!


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Lamento haber estado tan ausente estas semanas, pero prometo que volveré a estar aquí una vez cada 7 días (¡mínimo!). Hoy os traigo una entrada en la que me gustaría compartir con vosotros cómo han sido para mí estas semanas del NaNo y a lo que me enfrento ahora que ya termina.


Para los que no conozcáis lo que es este reto os dejo un enlace en el que encontraréis más información.

Tengo que decir con gran pesar que no he ganado esta edición del NaNoWriMo 2017. He sufrido muchos cambios de programación y no he conseguido adaptarme lo suficientemente rápido a ello para escribir mi historia regularmente. Por suerte, puedo decir que lo que he conseguido plasmar en el papel es fruto de un buen trabajo y que me permite no precipitarme a las 50,000 palabras sin calidad.

Sobre la historia.


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Ahora bien, también puedo adelantar que la segunda parte de "El elegido para morir" está rodando y avanzando rápidamente. Ya estoy un poco más centrada con mi nuevo horario e intentaré darle un último empujón estos días que quedan por terminar el mes, de este modo, quién sabe... Tal vez pueda acercarme al objetivo y avanzar en la historia. Tengo varios capítulos cerrados y los huecos son más bien pocos, todos salvables en cuanto pueda lanzarme sobre ellos para completarlos, muchos puede que vayan cerrándose solos tan solo con la ayuda del resto del argumento.

Quiero decirles a todas los escritores que, como yo, no han conseguido terminar el NaNo con el contador en positivo que no se preocupen, este reto nos acerca a nuestra historia y nos permite sacar tiempo y ganas para realizar una de nuestras pasiones. Lo que importa es que continuemos, ya sea noviembre, diciembre, enero o febrero. 

¡Tenemos que seguir escribiendo!

¿Cómo han sido para vosotros estas semanas de reto? ¡Dejadme vuestras vivencias y comentarios para que podamos compartir frustración y consejos! ¡Besos a todos!

miércoles, 25 de octubre de 2017

Cómo no naufragar en el NaNoWrimo

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Se acerca noviembre y con ello viene un reto muy esperado por muchos escritores. La primera vez que escuché sobre este concurso fue de boca de una amiga y no llamó mucho mi atención. Seguramente porque no entendí totalmente en lo que consistía, yo lo imaginaba como un lugar físico en el que los participantes se hacinaban durante un mes a escribir con la locura dominando sus dedos. Ridículo, lo sé, pero así fue como se dibujó en mi cabeza hasta que, un año después, decidí darle una oportunidad completa y entré de lleno en él. 

El año pasado me documenté y vi mi oportunidad para participar y para darle el empujón definitivo a la novela que tenía a mitad, esa historia que nunca terminaba de cuajar en mi mente y que siempre acababa abandonada en algún rincón, como si no fuera más que texto sin siquiera sentido para su autora.

Este año voy a participar desde cero en el reto. Compartiré con vosotros mis avances o atascos a través de FaceBook o Twitter. Con esto pretendo que entre todos podamos ayudarnos a llegar hasta el final del mes con una historia que tenga sentido, aunque hayamos perdido la sensibilidad en los dedos.

No os toméis esto como un tutorial, puesto que no soy una experta y al final, cada uno encuentra la inspiración de maneras diferentes. Tan solo quiero compartir consejos que me han servido y que tal vez podáis emplear o adaptar a vuestros propios métodos.

Empecemos por el principio, para que nadie más piense que el NaNo consiste en encerrarse durante un mes a escribir sin sentido.


¿Qué es el NaNoWriMo?
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El NaNoWriMo, National Novel Writing Month (Mes Nacional de Escritura de Novelas) es un reto literario que consiste en escribir 50.000 palabras en los 30 días que dura noviembre.

Ya sabéis qué me pareció antes de investigar en qué consistía este reto. Suponía que se trataría de algo a lo que no mucha gente se apuntaría, pero vi que que la participación era alta, incluso en mi ciudad (Zaragoza) en los que lamentablemente no pude conocer a muchos escritores. Aunque me sorprendió la actitud de los escritores, reuniéndose en cafés o incluso pasando la noche juntos. Espero poder participar en algo así este año y llegar a formar parte de una comunidad literario en mi zona.

A mí me ayudó a enfrentarme por fin a la procastinación y a ese manuscrito incompleto que no hacía más que coger polvo cibernético en mi ordenador. Creo que esta es una buena herramienta que podemos emplear para plantarnos ante nuestra temida página en blanco.

Toda esta historia se originó en San Francisco, Estados Unidos, en 1999. Como ya he dicho antes, el escritor se proclama a sí mismo vencedor del NaNo al completar las 50.000 palabras, sin importar nada más. Solo 50.000 palabras.

Esto es lo que no termina de gustarme del NaNo. Puedes teclear una cantidad ingente de palabras sin sentido y aún así, darlo por terminado. Puede que te hayas centrado en escribir cantidad y no calidad y una vez terminado noviembre, te veas sobrepasado por la cantidad de párrafos (o incluso capítulos) que debes reescribir. Lo que muy probablemente te llevaría a sentir frustración por no tener entre tus manos aquello que habías imaginado al principio del reto.

Es por esto por lo que considero importante la siguiente pregunta.

¿Cómo enfocar el NaNoWriMo?














En la mayoría de webs que he visitado mientras me documentaba, muchos son los que dicen que te lances sobre la página en blanco a escribir cualquier cosa que se te pase por la cabeza. Por lo que volvemos al, es mejor cantidad que calidad. Por suerte también he encontrado alguna otra que piensa que no es así y que debemos centrarnos en la pre-planificación de la novela para que no nos llevemos ningún chasco al final.

Siguiendo las reglas correctamente del reto, los participantes deberán afanarse en redactar 1667 palabras al día para llegar sin apuros al final del mes. Si nos hemos centrado en la cantidad, aquí empezará un autentico suplicio para terminarla realmente; en cambio, si hemos escrito sobre un trabajo previo, será menos complicado pulirla

Para ello, me propuse trabajar sobre la historia que quería escribir durante el NaNo. No debemos darnos látigo cumpliendo una cuota que más tarde quedará enterrada, es mejor construir una historia que nos llene, a la par que buenos personajes que nos acompañen durante todo el camino.

Volvemos a que cada uno de nosotros escribimos de una forma diferente y tenemos estilos distintos. Así pues, no solo existen las novelas, también podemos escribir una colección de cuentos o relatos; o dedicar las palabras del NaNo a un poemario. Y aunque hayamos decidido afrontar las 50.000 palabras, si por cualquier motivo no cumplimos con el reto, no debemos fustigarnos por ello.

Hay que afrontar esto con ilusión, pero debemos escribir con gusto para que los textos sean completos y no solo con la frustración de tener que rellenar páginas.

Ahora bien, antes de sentarnos, vayamos al verdadero primer paso.

¿Qué historia contar?

Alfabeto, Antigua, Antiguos, Negro, Botones, Clásico

Puede que hayas decidido participar en  algún concurso. Cuento o novela, con una extensión mínima o máxima.

Personalmente creo que empezar tu primer proyecto literario con una novela no preparada, ni trabajada puede llevarnos a la misma sensación de frustración de no poder terminar el NaNoWriMo. Podemos centrarnos en nuestro primer NaNo con una colección de relatos o preparando previamente un hilo argumental y los arcos de los personajes, el clímax, el final... Yo participaré este año con la segunda parte de mi novela.

Sea lo que sea lo que tengamos en mente, debemos lanzarnos por ello con todo nuestro entusiasmo, pues nos hará falta durante todo el reto.

¿Vais a participar este año en el NaNo? ¿Tenéis algún consejo que darnos?


En la próxima entrada hablaremos sobre cómo construir personajes y algunas técnicas que me han ayudado mucho a escribir.

¡Os espero!

sábado, 19 de agosto de 2017

El hombre del espíritu de fuego.

Calificación:



  • Tapa blanda: 320 páginas
  • Editor: Tempus Fugit Ediciones y Distribuciones Literarias SL; Edición: 1 (8 de febrero de 2017)
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 8494610686
  • ISBN-13: 978-8494610684
  • Adquiere tu ejemplar aquí: Amazón "El hombre del espíritu del fuego".



Sinópsis:
Todos estamos hechos de fuego, aire, agua y tierra y en cada uno se manifiestan en diferentes proporciones. En Hibris destaca el fuego, lo que le hace apasionado, impulsivo y entregado. Hibris se enamora de una chica de otra tribu, cuando los matrimonios entre tribus distintas están prohibidos. Su pasión le impele a luchar contra las injusticias de las tradiciones anticuadas y machistas de su tribu. Esta es la historia de un hombre, una familia, una tribu, un amor prohibido, una guerra, una lucha entre razas, una rebelación contra las tradiciones injustas y sin fundamento; la historia de un hombre de espíritu de fuego que batalla contra los obstáculos del destino.

¡Muchas gracias a la autora y a Tempus Fufit Ediciones por el ejemplar!
La historia comienza con un pequeño pasaje sobre el origen de uno de sus protagonistas, el cual ya nos introduce levemente en cómo serán los pensamientos de los habitantes de esta historia.

Tras esto, entramos en la narración de mano de Hibris, un chico de la tribu de los fiumanos, que nos cuenta sobre la pureza de la sangre de su gente y de la tradición que les impide casarse con personas perteneciente a otras tribus. En este mundo, todos viven organizados de esta manera, en distintas aldeas que adoran a los dioses: Fuego, Tierra, Aire y Agua, cada una de estas poblaciones tenía a su jefe y sus consejos. Estas personas no conocían el odio, ni la avaricia; vivían en paz los unos con los otros, en armonía con todo lo que los rodeaba.

La vida de Hibris era la que podría haber tenido cualquier niño de su edad, hasta que un día en el río vio a Cale, la chica de la que quedó perdidamente enamorado, incluso podríamos decir, un poco obsesionado. Él no puede casarse con ella, ni siquiera podría pedir su mano, puesto que se trataba de alguien de otra tribu, lo que sume a Hibris en una profunda tristeza que lo llevará a realizar tareas deshonrosas para un hombre, como castigo. Aunque la sorpresa vendrá, cuando los demás niños, con su ejemplo, decidan que es momento de hacer tareas "de mujer" y que lo que hacen ellas no es algo que ellos no puedan hacer también. Aquí tenemos una de las primeras brechas de la historia, la que sumirá a Hibris en una profunda desdicha y lo impulsará a querer borrar a Cale de su mente para siempre.

Un extraño pelirrojo llega a la aldea, decidido a enseñarles a luchar para que puedan defenderse de los bárbaros que se acercan. Nuestro protagonista está lejos de ser bueno en la lucha, pero, gracias a su actitud frente a las adversidades, consigue ser rápidamente el mejor.  Cale termina uniéndose también a estos entrenamientos, buscando la protección que la lucha puede darle. Esto la acercará tanto a Hibris que los acontecimientos y la casualidad terminarán por llevarlo a él y a toda su familia a abandonar la aldea.

Mucho tiempo después, en una tierra lejana, la familia encuentra cobijo con dos personas que los cuidan y los ayudan a empezar su nueva vida. Es aqui cuando Hibris logra encontrar la paz necesaria para controlar el fuego que arde en su interior. En el título del libro tenemos una pista de lo que sucede en el interior de nuestro protagonista, quien para conseguir tan anhelada calma espiritual, tendrá que controlar lo que arde en su interior. Es una manera muy filosófica y muy bonita de hablar sobre el autocontrol y la rabia que a veces nos quema por dentro a todos. Me alegra leer sobre personajes enfrentados duramente con una de las partes de su alma y que, al final, consiguen alimentar todas las fragmentos de su ser, consiguiendo así, el equilibrio deseado para enfrentar todas las pruebas de la vida.
Tras esto, Cale reaparece en su vida y ambos deberán enfrentarse a una amenaza mayor que el desprecio de sus tribus.

Esta es una novela con un contenido muy fuerte de feminismo y de espiritualidad, que también lucha por romper con las tradiciones establecidas en la antigüedad, que solamente hacen más y más grandes las diferencias entre hombres y mujeres, las cuales, en la realidad, solamente existen en las mentes de las personas que han decidido no avanzar.

Es muy claro (y muy bueno) el cambio que ha dado la escritora, tanto en su forma de narrar, como en su manera de describir las cosas y los pensamientos de los personajes, los cuales están muy bien hechos y con una evolución marcada por los acontecimientos. Esta diferencia, puede que esté marcada por el hecho de que esta novela está narrada en primera persona y busca un punto más introspectivo de las partes del alma.

Mi personaje favorito es Cale. Me encanta. Es una mujer independiente, fuerte y segura de si misma, que no intenta aplastar a los demás, sino que, sencillamente, quiere un lugar para sí misma. Un lugar que se ha ganado de sobra, he de decir. Tiene un gran corazón y una gran capacidad de supervivencia, es una mujer que se preocupa por su familia y por sus seres queridos e incluso por los inocentes que no conoce.

Os dejo una fragmento que me ha conquistado:

[...] Otra pobre alma atormentada que se cruzó en mi camino. Creo que los dioses a veces nos mueven con hilos invisibles para reírse de nosotros. O puede que pretendan todo lo contrario, que únicamente quieran unir criaturas doloridas por sus experiencias, para que reconozcan mutuamente, para que compartan sus dolores y aprendan que no están solos. [...]



Sobre la autora:


Procedente de A Coruña, con una curiosidad innata por aprender, estudiar y reciclarse. Es amante de las novelas de fantasía e historia, admira a Laura Gallego, Isabel Allende y María Dueñas, entre otros... Como escritora, se dedica al género de fantasía y aventura, aunque también posee dos poemarios y una recopilación de relatos cortos.


¿Has leído este libro ya? ¿Has leído algo sobre esta autora? ¿Te gustaría saber algo más sobre su obra? ¡Déjanos un comentario!

jueves, 3 de agosto de 2017

Ricky Falcó.

Calificación:

  • Tamaño: 795 KB
  • Páginas: 412 páginas
  • Fecha de publicación: 27 de Marzo, 2017






Ricky Falcó es un estudiante de la peculiar Escuela Pontecorvo, amante del fútbol, videojuegos y sobretodo con muy buenos amigos (con la excepción de la antipática Marcia Alfaris). Su vida en la monótona ciudad de San Bernardo será interrumpida con el descubrimiento de un espectacular poder interno qué lo llevará a una aventura que nunca imaginó, a enfrentarse a colosales peligros y a empezar a descubrir su identidad al entender su pasado, y el de sus padres. 

Acompaña a Ricky a descubrir su propósito y su verdadero potencial en esta historia de amistad y aventura fantástica para todas las edades.


Hoy os presento una novela que enmarca uno de mis temas favoritos, con una mezcla de ficción y realidad muy buena, sin recargar ninguno de los dos aspectos, lo cual le otorga fluidez a la lectura. Hay descripciones y reflexiones que no resultan pesadas al lector y que encajan con el desarrollo de la trama pero, echo de menos más detalles en ciertos puntos, en momentos en los que no estaría de más ser detallista.

La historia está contada en tercera persona y narra la vida del joven Ricky Falcó, un huérfano que vive con su hermana en la ciudad de San Bernardo que, al parecer, vive solamente con las dificultades típicas de la etapa adolescente. Hasta que un día, Ricky descubre algo en su interior, un poder que le permite manipular los elementos, llamado elemencia.  Así mismo, las personas que se ocupan de mantener ocultos, tanto a los elementores,  como a los alumnos del instituto Pontecorvo, ven en Ricky algo que podría llevarlos a la destrucción.

Nuestro protagonista, no solo tendrá que enfrentarse a la lucha por permanecer en el mundo que acaba de descubrir, si no que, también deberá recuperar la amistad perdida con Tomás, rota a causa de tantos secretos y a varias batallas que llevan su vida al límite.

¿Conseguirá Ricky permanecer en el mundo que lo ha cautivado? ¿Logrará entender por qué sus poderes asustan tanto a los demás?

Espero que podamos disfrutar pronto de la segunda parte de esta historia.







miércoles, 26 de julio de 2017

Primer capítulo de "Caída".

En esta entrega de la serie El elegido para morir, la historia transcurre en un futuro próximo y es contada a través de uno de los seres que regresan a nuestro mundo, para recuperar lo que una vez fue suyo... Sin saber que, será el lugar en el que sus peores pesadillas se convertirán en realidad.


Ya que estamos de celebración y con motivo de nuestro sorteo, quiero dejaros aquí, tanto el prólogo como el primer capítulo de la historia. ¡Animaos a leerlo y a escribirme vuestros comentarios, para participar en el sorteo del ejemplar firmado!


Prólogo

No comen cuando tienen hambre, no beben cuando tienen sed y no sienten ni el frío, ni el calor. Sus ojos, que son dos puntos brillantes en la noche, no se cierran cuando el viento se embravece. El cansancio no hace mella en sus vigorosos cuerpos de hierro, ni siquiera cuando el barro les dificulta el paso hasta una nueva presa. La lluvia, que oculta el sonido de los pasos del cazador, diluirá entre la tierra los gritos de un incauto senderista.
En la oscuridad no solo hay silencio, también hay seres que ansían el olor de una garganta abierta.





Primera parte:
Sus ojos amarillos.



Capítulo 1
Cuando la noche fue roja.

Siempre son los demás los que mueren. Pero ahora que me ha otorgado el brillo del oro, sé que siempre fui yo su elegida. Fui su luz, su guía y esperanza…  Aunque sé que aquella se consuela sabiendo que, siempre fui la segunda parte de sus noches en vela…
                                                                                                       Fragmento del diario perdido de Hécate.

A
quella noche la luna resplandecía como si llevara apenas unos instantes reflejando la luz. Sentir sus rayos en el rostro, me hizo sonreír. Por primera vez desde hacía tanto tiempo, nos sentíamos libres. Ya no podía recordar cuánto había estado mi cuerpo roto, ansiando recuperar la fuerza necesaria para romper aquellas cadenas que, en ese preciso instante, estarían tintineando alguna siniestra melodía en las sombras.
Corrimos a través de los bosques, saltando sobre las frágiles ramas, que se partían bajo nuestro peso. La suave caricia del aire, removiendo nuestros cabellos dorados, trajo hasta mi pecho una hoja verde, la cual desprendía un hedor que recordábamos muy bien. Formábamos una densa capa amarilla y aunque diluida entre las sombras, daba cobijo a los animales nocturnos, que pese a no habernos visto desde que nos hubieron desterrado, nos reconocían. Con un lejano aullido, comenzó nuestro primer día luchando por la tierra que nos pertenecía.
Unos metros delante de mí, encabezaba la marcha el miembro más fuerte de la comunidad que, por aquel entonces, se trataba de mi padre.  Giré la cabeza y al ver que todos éramos una gigantesca unidad que sentía casi por igual, supe que todos los crímenes que la humanidad nos debía, se pagarían en las noches venideras.
La luz de la noche golpeó de lleno la espalda de mi padre, lo que le dio un aspecto blanquecino, que hacía aún más afilados sus rasgos. La larga melena amarilla le enmarcó el rostro y sus ojos azules brillaron como dos faros en la noche. Salté sobre la rama que había a su lado. Lo que apareció ante nuestros ojos, en aquel claro del bosque, hizo que todo el odio en nuestro interior rezumara con fuerza.

—Padre —le dije. Añadí en un susurro cargado de la más primitiva de las furias—: ¡Humanos!
Él sonrió con los ojos cerrados, lo que pareció apagar parte de la luz que iluminaba la noche. Ya quedaban pocas gotas de agua sobre nuestros cuerpos, estábamos prácticamente secos. Los músculos de mi cuerpo se tensaron al ver a esas criaturas tan cerca. Después de haberlos odiado durante tantísimo tiempo, verlos ahí tendidos, sin siquiera percatarse de nuestra presencia, me hizo preguntar qué clase de criaturas eran sus antepasados, quienes habían logrado derrotarnos; pero, sobre todo, me hizo preguntar qué clase de criaturas éramos nosotros.

—Deja que sea yo quien se acerque primero —le pedí. Anhelando tener el privilegio de ser la primera en derramar su sangre en la dulce tierra.

Él accedió. Después de todo, ser los dos miembros más fuertes de la comunidad nos concedía ciertos privilegios frente a los demás. Me dejé caer sin hacer apenas ruido, la marca de mi aterrizaje quedó grabada en suelo. Caminar como ellos me pareció extraño en un primer momento, casi parecía torpe.
Los humanos del bosque eran un grupo de diez. Cinco de ellos se habían retirado a dormir y los otros continuaban hablando y riendo a la luz de la hoguera. Pronto se terminarían sus risas, pensé. Eran tres mujeres y dos hombres. Todos tenían el pelo negro y la piel bronceada. Me acerqué caminando, lentamente, intentando controlar los movimientos para parecer una humana en apuros. Quería jugar.
Alarmada al verme, una de las mujeres no dudó en acercarse corriendo con una manta para cubrirme el cuerpo. Los otros, paralizados sin saber qué era lo que debían hacer, se pusieron en movimiento cuando vieron a la otra humana preocupada. Intentaban llamar a alguien para que nos ayudase. Escuchaba sus corazones desbocados ante la situación que se les había presentado, tan súbitamente. Ellos creían que tendrían una simple noche de verano y no todo lo que se venía encima. Despertaron a los otros, quienes enseguida se armaron, creyendo que me había atacado algún animal al que podrían dar caza.

Aquella mujer me ofreció agua y comida. La miré con profundidad, intentando vislumbrar algo de valor en su interior; pero lo único que vi fue un vacío, que me devolvió la mirada. Ya no recuerdo su rostro, al igual que el de tantos otros; de todos los que hubo después de que la matara. Todas esas caras tan parecidas a las nuestras se difuminan en mi memoria, ahora después de tanto tiempo.

Ella creía que no entendía su idioma y de verdad se esforzó por comunicarse conmigo. Esa chica permaneció a mi lado, mientras los otros buscaban algo entre sus pertenencias para poner fin a la situación. Observé el frenesí del grupo. Sus numerosas pertenencias desperdigadas a lo largo del lugar que, no hacía mucho, solo albergaba risas; los objetos que utilizaban para dormir; sus armas, cargadas para cargar contra… ¿contra qué? Ni siquiera sabían qué era lo que ocurría. Pero hubo uno de ellos que no se movió; uno que no hizo nada diferente a mirarme con el terror más absoluto pintado en el rostro. Dejó caer un libro al suelo, que rebotó y por pocos centímetros no cayó en el fuego de la hoguera. Sus rodillas impactaron contra el suelo, al tiempo que las lágrimas le salían a borbotones de los ojos. Él se había dado cuenta. ¡Y yo no podía aguardar más! Mi grupo ya rodeaba el campamento. Me pregunté si también los verían de la misma forma que los veía yo. Miré por última vez a la humana y en sus ojos no encontré algo diferente a la mancha de la subraza; la mancha de los traidores, que se atrevieron a desterrarnos de nuestro propio hogar. Le atravesé el pecho con el brazo. Fue como meter medio cuerpo en mantequilla. Su corazón encajó en mi palma; de sus labios surgió una súplica, antes de caer muerta a mis pies. Como si no se hubiera dado cuenta aún de que ya era demasiado tarde. Lo que se mantuvo firme en mi memoria, fue la expresión triste de sus ojos al darse cuenta de que la traición, al percatarse del fatal error que había cometido al confiar en mí. Eso era lo más cerca que estarían de entender cómo nos habíamos sentido nosotros tras tantísimos años encerrados, por culpa de sus antepasados.

Los otros humanos comenzaron a gritar; quienes estaban armados, dispararon contra mí, pero sus balas se despedazaban en mi cuerpo y los que no tenían nada, sencillamente intentaron escapar, pero ya era tarde. Era muy tarde para todos.

El corazón de aquella humana continuó latiendo en mi mano durante unos instantes más. Lo contemplé, con aversión. Lo presioné entre mis dedos, hasta que no fue más que una masa inerte que tiré al suelo.
Una vez estuvieron todos muertos, los miré con detenimiento. Sus cuerpos estaban esparcidos por todo el campamento. El olor a sangre era muy fuerte, pero lo que llamaba mi atención era que ni siquiera habían podido defenderse. ¿Eran estos los mismos que nos habían desterrado? ¿Nuestro poder había aumentado tanto? En aquel momento, había muchas preguntas, pero todavía no me interesaba conocer su respuesta. En ese momento solo ansiaba su muerte. Miré a mi padre, que se encontraba al otro lado del claro. Le sonreí y él me devolvió una sonrisa grande. Sus manos estaban ensangrentadas. La sangre de aquellas criaturas aún tardaría en evaporarse de nuestra piel.

Durante unos instantes fuimos los únicos seres vivos en aquel claro. La única compañía, ajena a todo lo que ocurría, era la hoguera que crepitaba cada vez con menos fuerza y que dejaba unas grotescas sombras proyectadas en la linde del bosque.

De repente, escuchamos un grito ahogado procedente de allí. ¡Era otro humano! Que corría, huyendo de nosotros. Me lancé en su busca. Era imposible que pudiera esconderse de mí, pues a pesar de haberse cerrado la noche, podía verlo. Se ocultó tras un gran árbol, su respiración era entrecortada y desprendía un fuerte olor dulce. Aminoré el paso, para que no me escuchase llegar y la espera le fuera más angustiosa. Su corazón palpitaba desbocadamente. Ah, le dolía un tobillo, por eso había parado. Y aun habiendo aceptado su muerte, creía que era posible que tuviera algún rayo de esperanza.

Pisé una rama y arañe la superficie de un tronco con las uñas. El humano gritó y volvió a intentar huir. Pero esta vez, sencillamente se arrastraba, mirando hacia atrás, creyendo ver en cada sombra su final; ahora sí se había dado por muerto. Se dejó caer al suelo y comenzó a llorar. Me suplicó piedad cuando salté y aterricé sobre él. Le tomé el rostro con ambas manos. Tan solo era una masa de huesos endebles que lloraba y suplicaba por vivir un día más. Dejó de hablar cuando torcí su cuello y le arranqué la cabeza.

Era tan sencillo acabar con ellos... Un solo golpe bastaba para eliminar a varios. Ni siquiera era necesario que empleáramos nuestro poder para matarlos. Sin embargo, es verdad que cierto grupo encontró algo; algo que les ayudó a ser todavía más fuertes y rápidos. Se autonombraron los Cazadores y no quisieron compartir con ninguno de nosotros su descubrimiento. Cuánto me hubiera gustado saber en aquel entonces qué era lo que significaba eso realmente. Tal vez si en ese momento hubiéramos decidido que no podían acaparar un poder para sí mismos, no hubiésemos acabado así… Tal vez.

Las ciudades de aquel mundo ahogaban la tierra y oscurecían el aire. Poco era el espacio que había libre para la naturaleza; lo habían colapsado casi todo. En uno de esos lugares grises, hallé lo que podría ser el equivalente al descubrimiento de los Cazadores: una sustancia negra que, al entrar en contacto con mi energía, se endurecía. Al principio solo era una mancha oscura en el suelo que, despacio, se deslizaba entre las grietas e iba ascendiendo, hasta tocar mis dedos. La mancha se adaptaba a mí, con perfección, como si formara parte de mí ser; un fragmento que creía perdido hacía muchos años. Todos usamos ese material para protegernos y que no hubiera nada en la tierra que nos frenase. El contraste de nuestra piel brillante con la negrura de la armadura, era similar a la imagen de la luna recortada contra la noche.
Queríamos terminar con esa absurda guerra pronto. Eran tantísimos humanos..., podríamos haber estado así durante décadas. Decidimos emplear nuestro poder, para terminar para siempre con lo que se recordaría como la Gran Guerra.

Durante mucho tiempo, me pregunté cómo habían conseguido desterrarnos pues, ahora, no parecía que ni tan siquiera estuvieran cerca de herirnos, ya no dijéramos vencernos. No sería hasta muchos años más tarde, que conseguiría saciar aquella pregunta… Preguntas que iban difuminando paulatinamente en mi memoria, puede que llevadas por las corrientes de aire que mecían los jirones de ropa de los muertos.
Me detuve un instante sobre uno de los edificios en llamas. Observé los movimientos de los miembros de la comunidad sobre la ciudad; escuché las explosiones y los gritos y también sentí el modo en el que la energía se movía de un miembro a otro. Sonreí con ligereza, cuando una gran explosión inundó mi campo de visión.

Escuché la armadura crujiendo, a modo de aviso. Se movía como una sombra sobre nuestros cuerpos, haciéndolos parecer etéreos.

— ¿Por qué no luchas? —dijo mi padre, acercándose. Flotó hasta posar los pies en el suelo. La capa le revoloteó alrededor, durante varios instantes, hasta quedarse lánguidamente colgada sobre su espalda—. ¿Es que acaso ya te has cansado?

—No, padre —señalé la dirección en la que estaba mirando, para que él también se diera cuenta—. Es solo que me ha distraído el fuego.

Esa respuesta pareció satisfacerle. Asintió y se elevó nuevamente, regresando a la batalla que yo me limitaba a observar. Y no era porque tuviese miedo o porque mi energía estuviese a punto de agotarse; el motivo por el que me mantenía lejos, era la curiosidad. Era tal mi deseo de controlar hasta qué punto nos habíamos fortalecido que, sencillamente creí que la guerra con la subraza ya no era motivo por el cual debiera preocuparme y que mi nuevo objetivo, era saber cuán poderoso éramos cada uno de nosotros.
Veía a los Cazadores, con sus cascos púrpura en forma de toro, sembrando el terror en las mentes de sus víctimas, haciéndoles creer que eran fruto de una pesadilla. Sus lanzas, que eran aún más grandes que ellos, proyectaban haces de luz incandescente contra los humanos, quienes gritaban enloquecidos al sentir el abrazo de las llamas. Realmente admiraba la forma en la que se movían, pese a parecer tan pesados y lentos, tenían la mortífera elegancia de un trueno. Uno de ellos pasó sobre la azotea en la que me encontraba. Ese brillo cárdeno cubrió de sombras el suelo durante varios segundos; y el sonido de su energía al volar, rebota en mi mente incluso ahora. De haber estado menos empeñada en controlar el aumento de energía en ellos, podría haberme percatado de los ojos que me estudiaban a mí.


Encontramos una gran casa que, pese a ser humana, parecía digna de albergar dos grandes guerreros como nosotros. Estaba cerca de un pequeño río y suficientemente lejos de todo lo que queda tras una guerra. Allí podíamos respirar, en medio de una ensoñación en la que creíamos que nunca había ocurrido nada. Eran tan acogedor el lugar, que por supuesto no fuimos los únicos que querían quedarse allí. Mi padre y yo tuvimos que parlamentar con un grupo de Cazadores. El líder de ese escuadrón, era uno de los más poderosos que había captado hasta el momento. Comencé a sentir cierto agrado hacia él, tras notar que se trataba de quien había volado sobre mi cabeza, aquel día de la batalla.

Acordamos los términos entre los dos pequeños grupos. Nosotros tan solo éramos dos, ellos eran once. Había espacio suficiente en aquel sueño para todos. Juntos, la reconstruiríamos y solo mi padre, ese Cazador y yo, seríamos quienes tuvieran acceso ilimitado. No obstante, antes de tal acuerdo, la situación se tornó un tanto difícil...

—No creo que vayamos a necesitarlas, señora —dijo, retirando de su cuerpo la armadura, que se diluyó como un reguero de tinta, hasta el suelo. La lanza y el casco se perdieron entre la tierra y el resto se convirtió en algo fino, que marcaba todos los músculos de su cuerpo. Esa sí era una indumentaria parecida a la que vestíamos los demás—. Mucho mejor —me sonrió, al sentir su cuerpo libre de esa carga.

Nos encontrábamos en un espacio de tierra, alejados de la casa. El cielo era gris, como todos los días de esa guerra, que ya parecía tan lejana. El aire mecía nuestros cabellos rubios, enredaba ramas en los mechones y mezclaba el olor que desprendían nuestras energías. Él se erguía a pocos metros de mí, esperando ver cuál iba a ser mi siguiente movimiento. Oteé el horizonte, esperando que mi padre se aproximara pues, no estaba segura de poder manejar aquella situación, si algo malo sucedía entre ese Cazador y yo. En algún lugar de mi interior, sabía que las relaciones de la comunidad, jamás volverían a ser como antes del encierro.

—Quizás te sientas inseguro así... —solo él se había despojado de su armadura. Y lo único que provocó mi comentario, fue que pusieran las lanzas en ristre. Tal vez aquello se convirtiera pronto en una lucha por ver quién se quedaba con el terreno. No estaba yendo por un camino acertado—. Después de haber pasado tantos días con ella —continué, intentando parecer amigable—, te será difícil no llevarla encima.
Aquello relajó el ambiente de crispación que nos rodeaba. Parecía que el conflicto se podía evitar. A mí no me importaba compartir, con ese grupo, nada de lo que pudiéramos encontrar mi padre y yo; era probable, que a ellos tampoco les importase y con el tiempo pudiesen darnos su secreto.

— ¡No lo creo! —aseguró, categóricamente. Parecía muy alegre. Mi padre apareció, de repente, a nuestro lado, como si siempre hubiera estado ahí—. No os la quitéis, si no lo deseáis —dejó escapar una risotada—. Parece que solamente voy a quitármela yo —añadió, señalando hacia atrás—. No sé cómo van a ser las cosas, de ahora en adelante, pero creo que podemos conseguir que se parezca a lo que tuvimos.

Una ola de nostalgia me recorrió. Y durante unos brevísimos instantes (tan cortos que, puede que ni siquiera ocurriera), olvidé por qué me sentía así.

—Sellemos pues un pacto —retiré la armadura lo suficiente, como para dejar el brazo al descubierto—. Ninguno de nosotros intentará quitarle esta tierra a los demás, ni nada de lo que contenga.

—Ninguno de nosotros.

Los trece extendimos el brazo y dejamos que nuestro compromiso se grabara con tinta invisible en nuestra piel. Era un juramento en el que se involucraba la energía que nos hacía ser quienes éramos.
Supuse que lo mismo estaría ocurriendo a lo largo del mundo: pequeños pactos, entre pequeños grupos. Después de tomar el control de nuestro hogar, ya podíamos volver a la normalidad de una vida tranquila y larga... Muy, muy larga.

Nos acercamos a la gran casa, que tenía dos amplios balcones y dos torres de piedra que flanqueaban las puertas principales; todas las ventanas eran gigantescas y de marcos dorados; sus paredes eran de un suave color naranja, el cual hacía un raro contraste con el cielo gris. Los jardines estaban plagados de flores muertas, lo que pronto dejaría de ser un problema. Estaba exultante de felicidad. Pronto podríamos sencillamente observar cómo el mundo volvía, poco a poco, a ser lo que recordábamos y a hacer lo que fuera que hiciéramos antes de la llegada de los humanos.

Supuse que, mi padre o yo, debíamos dar una muestra de confianza al grupo. Algo no tan significativo como el pacto de energía, sino algo meramente simbólico. Retiré de mi cuerpo la mayor parte de la armadura; dejé al descubierto mis hombros y mis manos y parte de las piernas.

— ¿Por qué un humano construiría algo tan grande? —preguntó uno de los Cazadores, dejando que la lanza y el casco se perdieran también en la tierra.

Por lo visto, mi muestra de confianza, sí había dado resultado.

—Tan grande y tan ornamentado —añadí yo—. Mirad las flores de las puertas —haciendo a la vez de marco y de decoración, unas pequeñas flores oscuras, talladas en la gruesa piedra zigzagueaban hasta perderse en lo más oscuro del umbral—. Tal vez tenían la tecnología necesaria para hacer este tipo de cosas y no para defenderse.

—De cualquier modo... —interrumpió mi padre. Proyectó su poder hacia la puerta, abriéndola—, entremos. Ahora todo esto es nuestro.

Solo avanzamos mi padre, el Cazador y yo; los demás rodearon el perímetro de la casa, para no tener problemas con ningún otro grupo. La casa tenía muchas habitaciones, en las que se agolpaban macetas y platos rotos; todas estaban cerradas con llave, por lo que tuve que abrirlas empleando el poder. Me preguntaba qué había sido de aquellos humanos, pues no se veían signos de pelea en ningún lugar de la casa, sin embargo, todo parecía estar preparado para soportar una batalla: los sillones se agolpaban en las escaleras, para que fuera más difícil acceder al piso de arriba. «O salir de él», pensé. Comencé a observar que algunas de las ventanas estaban cubiertas por trozos de madera impregnada con una sustancia negra, de un olor peculiar. En el suelo había artefactos de metal que parecían poder cortar carne con facilidad. Mi padre activó una de las trampas con la pierna, era una gran vara metálica, de la que salían numerosas protuberancias afiladas, la cual fue a dar de lleno  a la pared más cercana de la puerta, provocando un estruendo que resonó en lo más hondo de la casa y que hizo caer todos los cuadros. Toqué una de las púas con el dedo y me fijé en las fotografías que descansaban rotas en el suelo. Una familia sonriente, dos padres, sujetando a sus dos hijos en brazos. Aparté aquella imagen de mi mente y continué caminando hacia las escaleras, imaginando a uno de esos humanos siendo cercenada por el artefacto.

En aquel momento, no entendí esa necesidad por protegerse de quienes son de tu especie. Lo que no sabía era que pronto lo comprendería mejor de lo que hubiera podido imaginar.

Encontramos muchas armas ocultas. Alguien se había tomado tantas molestias para protegerse; lo que me inquietaba, era no saber si buscaban resguardarse de nosotros o de otros humanos.

Si había alguien escondido, definitivamente ya sabía que estábamos abajo. Subí marcando cada paso con fuerza. Sentí que un olor dulzón y fuerte venía del piso siguiente. Arañé una de las paredes y el olor se hizo más intenso. Levanté la mano hacia donde lo sentía, pero no quería darle una muerte tan fácil al humano que se ocultaba. Apunté lejos, quise que sintiera que su final estaba cerca. Destrocé el techo y salté al interior de la oscuridad. Lancé otro golpe de energía a la última capa de madera que nos separaba del cielo abierto, para que se filtrase la luz y pudiera verme llegar. Parecía que hubiera pasado una eternidad desde la última vez que sentía el olor de la sangre; ya echaba de menos sentir la carne entre mis dedos y ver cómo la vida se desvanecía en el fondo de sus ojos manchados.


Escuché tablones crujir bajo mis pasos y varios gimoteos que, hoy, después de tantos años, siguen reproduciéndose en mi memoria, como si de una suave cadencia inamovible se tratara. Y en cierta manera, aquel día el tiempo se detuvo y ya nada volvió a ser como antes: las corrientes de aire cambiaron de dirección, girando únicamente entorno a nosotros, en aquella habitación; el día, se convirtió en noche; la luna y las estrellas se hundieron en el mar; y los peces del fondo del océano comenzaron a surcar lo infinito del universo; las gotas de lluvia impactaron contra mi rostro y dejaron marcas grisáceas, que se perdieron en la negrura de mi armadura. Cuando los vi, ah… cuando los vi, supe que no iba a volver a ver una luz más brillante, que la que desprendían aquellos ojos. Dos pares de ojos humanos, que plantaron una grieta en mi alma y en la de todos nosotros.

¡Y hasta aquí el primer capítulo de Caída! Espero que hayáis disfrutado leyéndolo, tanto como lo hice yo escribiéndolo. 


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Somos seres de luz, no materia cruda.