sábado, 10 de noviembre de 2018

Mudanza a Italia.

¡Hola, humanos!
Hace mucho que no  me paseo por aquí y me ha parecido buena idea retomar el blog con una entrada personal. Me gustaría contaros mi última aventura: mi mudanza a la bella Italia. Ha sido más una odisea que un traslado.

Como sabéis, soy tripulante de cabina de pasajeros (azafata de vuelo, como se conoce comúnmente). La carga fuerte de trabajo es en verano y no había conseguido ningún trabajo durante el invierno, ni mucho menos, de todo un año y eso fue lo que nos ofrecieron a final de temporada: la posibilidad de trabajar durante todo un año en la base italiana. Casi ninguna tuvimos tiempo de hacer muchos preparativos, ni tampoco de cerrar la base del verano, que tantas alegrías nos había dado... Por suerte, contábamos con una persona maravillosa que nos recordó en todo momento.








La búsqueda.


Durante los primeros días estuvimos en un hotel cercano al aeropuerto, (días en los que teníamos que darnos prisa y encontrar piso), yendo y viniendo de los pueblos de alrededor para encontrar alguna casa mona que nos gustara. El primer día fue frustrante, M. y yo recorrimos todas las inmobiliarias de la ciudad y ninguna nos enseñaba algo o sencillamente no tenían nada disponible, sé que no había mucho tiempo de margen... ¡pero parecía que no había ni una sola casa para tres en toda la ciudad! He de añadir también que la búsqueda en Internet fue peor que infructuosa, nadie respondía a las llamadas o nos decían que ya estaba alquilada. Frustrante, de verdad. Había algunas que ni siquiera se molestaban en mirar si tenían algo guardado, nos daban un no rotundo. Os dejo una foto que deja un fiel reflejo de lo que fue ese primer día de búsqueda. ¡No hay que perder nunca la sonrisa!
M. y yo el primer día de búsqueda.










Cuando todo parecía perdido y ya habíamos pensado en separarnos trágicamente para buscar apartamentos más pequeños, logramos ver la luz al final del túnel... Y digo al final porque debíamos esperar un mes más para poder entrar en la casa, por lo cual optamos por un AirBnB, que debía estar más o menos cerca de la estación de tren para poder llegar al aeropuerto. Tampoco había nada. Parecía que Italia no estaba siendo demasiado amable con nosotras... Cuando llegaron a Milán S. (nuestra otra compañera de piso) y R., nosotras estábamos bastante decaídas, intentábamos tomarlo con optimismo pero fue una semana dura.¡Al final se hizo el milagro y encontramos uno! Para añadirle más emoción a la historia, M. y yo tuvimos que volar a uno de los países que se disputa el título de maestros del chocolate (a ver si adivináis cuál es)




, por lo que no íbamos a poder estar en la mudanza hotel-airbnb, así que todo el trabajo duro se lo quedaron los demás. ¡Gracias, chicos, sois geniales! (Aunque el Karma compensa y luego me tocó participar bastante en la siguiente mudanza).

El Airbnb estaba lejos de la estación de tren, y si añadimos la carga de ir con tacones y con maleta pues se duplica la distancia, pero el tiempo pasó y el momento de la mudanza acabó llegando. Nosotras estuvimos a punto de coger una casa con escaleras, menos mal que nos terminamos decantando por un apartamento monísimo, pues ese Airbnb me ha hecho saber que no quiero vivir en una casa con escaleras, de todo se aprende. ¡Llegó el 31 de octubre y por fin íbamos a nuestra casa de verdad!

M. y yo después de firmar el contrato del piso. ¡Yuhu!

La mudanza.


No se puede tener todo y nosotras no íbamos a ser la excepción. No podríamos estar todas en el momento del traslado (el deber nos llamaba), R. y S.  tuvieron que transportar sus maletas el día anterior a su vuelo. Ese día llovía como si se tratase del Diluvio Universal y ningún taxi parecía querer colaborar... Al día siguiente yo volvía de las vacaciones por la tarde y gracias a la genial ayuda de T., quien se encargó de llevar gran parte de las maletas durante el día, así como de recoger las llaves de nuestro piso, logramos hacerlo todo sin morir en el intento.

Imaginad qué terrible es llegar cansada a tu casa, después de arrastrar mil maletas y bolsas y darte cuenta de que no tienes ni siquiera un vaso para beber agua... Con optimismo, T. y yo terminamos la mudanza y ella pudo volver a casa para disfrutar de unas mini vacaciones. M. volvió de las suyas y nos pusimos manos a la obra: teníamos que hacernos con todo lo que faltaba en la casa, vasos, platos, sartenes, sábanas..., etc. Lo básico. Me gusta comprar cosas, claro, lo que no me gusta es cargar con ellas hasta casa. Lo más gracioso de esta etapa es esta fotografía que demuestra que a veces es malo no tener coche:

Ahora que ya lo tenemos todo, sería genial terminar la entrada con una foto de grupo, pero no va a poder ser así porque en la única foto en la que aparecen la mayoría, no salgo yo, así que voy a esperar a tener una en la que estemos todos inaugurando los pisos. Nos espera un año lleno de emociones y buenos momentos, pero viendo colgado este cartel, veo muy poco probable que no estemos bien...

5 comentarios:

  1. Los latidos se sienten cada vez más fuertes, pero no podía latir, no era humano.

    Diario Perdido de Hécate II

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    1. Jajajajaja No creo que vaya a haber un diario número 2, pero si lo hay, lo escribiré desde aquí :P

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  2. Me gusta. Lo he vivido como si hubiese
    estado allí.

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