martes, 20 de marzo de 2018

¡Qué se muera el amor!

¡Hola a todos, lectores y escritores!

Bienvenidos otra vez a este espacio en el que compartimos lecturas y experiencias. Hoy os traigo una entrada diferente. No hablaré sobre ningún libro, ni sobre nada de lo que hemos hecho hasta ahora... Os traigo mi primera colaboración. 

Puede que os haya llamado la atención el título de la entrada y es que Jose Ugencio Lostres nos acompañará con su texto hoy, en el que nos muestra una muy buena visión de lo que puede ser el amor o, más bien, de lo que podría llegar a ser el amor dentro del caos. Estamos muy acostumbrados a que se ataque al clásico amor romántico de las películas y es que, en realidad, creer que solo existe este tipo es peligroso y dañino para nosotros.



El relato.

NICOLÁS

-¿Hubo calma sin tempestad?- Me preguntó mientras sus piernas colgaban de aquella ventana del séptimo piso, en la casa de Nico, con esa expresión infantil que miraba hacia la acera de la calle. Y tras un eterno silencio, sentencié. – No, nunca la hubo –.
Volviendo su cara hacia mí, la chica bajó de la ventana y entró en la habitación, donde, caminando hacia a mí marcando un lento compás, dijo: – Entonces, ¿Por qué estamos aquí? ¿Quizá solo ha sido la casualidad? Sí, la casualidad, jijiji – Dijo entre pequeñas carcajadas infantiles, las cuales llevaba soportando toda la tarde, con esa sonrisa de profunda indiferencia al mundo, que nunca, jamás, podré quitarme de mi cabeza.
Serían las cinco de la tarde, y ahí estábamos los dos, en una misma habitación, yo acababa de llegar, Nico acababa de irse. En mi vida había visto a esa chica, supongo que conocía a Nicolás, si no: ¿Qué hacía en su casa?, quizá su sonrisa era puro sadismo, puro regocijo del dolor.
– Bueno, ¿entonces qué hacemos? – Le pregunté. – Bueno… ¿Se supone que tú le mataste no? jijiji – Su mirada fija y sus acusaciones comenzaron a incomodarme, miré al suelo y ahí estaba el bueno de Nico,  inmóvil, sus ojos vacíos de vida mirándome en aquel charco de sangre sobre el que se posaba su fría muerte. – ¡¿Cómo te atreves a decir que yo le mate?! ¡Estás jodidamente loca! ¡Hacía semanas que no sabía nada de él y ahora entro a su apartamento y me encuentro esto! ¡Tú has sido quien le mataste! – Repliqué – Jijiji, pero no te enfades tontorrón – Dio otro paso hacia adelante, que me hizo retroceder – ¿Es que acaso no te acuerdas? – Su semblante cambio por completo.  – ¿Porque te acuerdas verdad? – Por un instante no supe que contestarle, el silencio inundó la habitación durante unos segundos, decidí romperlo – ¿A qué te refieres? – Su semblante se puso serio, inexpresivo, hierático, y, como una transición, adoptó rasgos de ira, como si la chica inocente que sobre las cinco de la tarde sonreía y se sentaba en la ventana de la casa de la casa de mi amigo Nicolás se hubiera esfumado – ¡PERO SERÁS GILIPOLLAS! – Se acercó al escritorio y empezó a demolerlo, a quitar todas las cosas, y acusándome con sus ojos de ira, sentenció. – COMO NO PUEDES ACORDARTE PEDAZO DE IDIOTA, TU LE MATASTE JODER, TU MATASTE A NICOLÁS – De pronto se acercó al cadáver de Nico, agarró su cabeza llena de sangre, le dio un beso, y de golpe, rompió a llorar, agitando con agresividad la cabeza de Nico, la cual, debido a la profundidad del corte de su cuello, consiguió separarse del mismo, y ya con la cabeza entre las manos y la cara entre lágrimas, sollozó – JODER, NICOLÁS, ¿TÚ TAMPOCO TE ACUERDAS? SI, SEGURO QUE SI ¿VERDAD? ¿QUE TE PASA NICOLÁS? ¿ESTÁS MUY CALLADO? POR FAVOR NICO DIME ALGO, ¡JODER! – La cabeza de Nico salió despedida por la ventana, la habitación estaba tintada con la sangre de nuestro amigo, la chica, la cual seguía de rodillas en el suelo, se hizo un ovillo, y ya en pequeños susurros, comenzaba a murmurar – Joder, Nico… Joder – Se empezaban a oír gritos en la calle, no todo el mundo ve una cabeza desmembrada de su cuerpo todos los días.
La chica, de la cual no sabía y nunca supe nada, levantó la mirada, era fría, escalofriante, su cara manchada en sangre y su manos apoyadas en el charco de la tinta de Nico, me miró, me miró como nadie me había mirado nunca, de golpe se levantó, le costó recomponerse, yo solo quería irme, pero no sabía de qué era capaz esa misteriosa chica, de repente, se acercó a mí, y me besó, me besó como nunca me había besado nadie antes, sus labios sabían a metal y mancharon los míos, eran suaves, cálidos, sin esperarlo le seguí, no quería despegarme de aquellos labios, nos derribamos al suelo, flotando sobre el enorme charco rojo que había en la habitación, no podía, era incapaz de refrenar ese impulso, de fondo comenzaron a sonar ambulancias y coches de policía, sabía que nos quedaba poco, que no volvería a verla nunca más, me separé de sus labios, alejé su cabeza de la mía, me fui a un lado, rompí a llorar, esa niña me abrazó.
La puerta se abrió a la fuerza y los policías entraron, sus caras lo dijeron todo, vieron aquella estampa, aquel cuadro, sus pistolas y sus miradas nos apuntaron con miedo, me sequé las lágrimas, me levanté, la ayudé a levantarse, y mirándole a sus claros ojos, solo pude decir una cosa.
– Te quiero –



El amor. Acabamos de leer sobre cómo puede surgir en una situación muy extraña. El cambio de concepto es muy interesante y puede darnos mucho juego en diferentes historias. El detalle de no saber que Nico está muerto hasta el final simboliza lo que viene a decirnos José, que el amor cortés está muerto y que todo puede surgir del caos. 

¿Os ha gustado esta visión del amor? ¿Tenéis otro modo de verlo? ¡Animaos a compartirlo con nosotros! 


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