martes, 30 de agosto de 2016

Sombras diluidas en sueños

Un rápido descenso a ese rincón oscuro que hay en el interior de mi mente...

Me despierto temprano, cuando la alarma no ha sonado. Sé que debería mantener los ojos cerrados para conciliar el sueño nuevamente pero, aún sabiéndolo, clavo la vista en la puerta de la habitación, intentando encontrar..., ¿qué? ¿Qué es lo que espero ver al recorrer de arriba abajo el marco, con los ojos desorbitados, abiertos como platos. Tal vez espero advertir una sombra deslizarse fuera de la habitación, un responsable imaginario para mi desvelo, algo a lo que culpar al día siguiente, pocas horas después de aquello. Pero lo que realmente quiero es saber que todo está bien, que son solo mis nervios, que es solo mi temor:  solo quiero recordar que no hay nada ahí.

Recibo al sol con los ojos abiertos y la relajante sensación de haber dejado atrás una noche más, sintiendo que la angustia deja de oprimir mis pulmones y que finalmente dejo de ser la niña asustada y vuelvo a ser yo.

Pero sé que el sol volverá a ocultarse...

Esta vez es diferente, me digo. Esta vez conseguiré dormir. Sin embargo no es cierto, esta noche vuelve a suceder lo mismo que en las anteriores. Cuando la fatiga y el estrés del día a día me abandonan, mi mente puede detenerse en las cosas que de verdad le importan, es ahí cuando es libre de cualquier estímulo, incluso de mí. Al no verse oprimida por nada, siento como la culpa y la pena se apoderan de mi corazón y es ahí cuando despierto. Tal vez, al buscar un monstruo en la penumbra, quiera negar que lo que realmente no me permite dormir, soy yo.


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